Torruyos y manzanes del untu
En cocina, como en todo, nada se pierde o, por lo menos, nada debiera perderse. Si el pantrucu, antes descrito, surgió como aprovechamiento de restos en la confección de morcillas, los torruyos (típicos en Llanes y en gran parte del oriente asturiano) nacieron para dar carta de utilidad a los sobrantes de grasa destinada al unto que luego cubre chorizos y morcillas en su posterior conservación; unto o grasa que mientras se prepara también se aprovecha para la confección de las llamadas manzanes de untu, directamente emparentadas con las leonesas manzanas en derrita.
Cuando se cuece el entrelliz (peritoneo) del cerdo para obtener el unto, una vez que está líquido, se introducen en la olla (que antiguamente era de cobre) unas cuantas manzanas tipo reineta parda hasta que estén a punto de cocción; se sacan y se consumen acompañándolas de azúcar (el nombre leonés de manzanas en derrita se debe a que cuecen en grasa derretida.)
El unto obtenido se cuela con un colador y lo colado se destina, como ya se indicó, a la conservación de chorizos, morcillas y adobu (solomillo frito). Lo que no pasó por el colador se oprime fuertemente con las manos para que suelte la grasa residual y lo que queda (torruyo) se consume espolvoreado con azúcar y en ocasiones aromatizado con un poco de anís.
En algunas localidades asturianas, como Cangas de Onís, llaman turros a los torruyos llaniscos; en otras, turriones, torrendos y, por el occidente, griñispos utilizándolos, como sucede por tierras de Ibias, para elaborar un postre parecido al panchón allerano (mezclándolos con miga de pan, azúcar y mantequilla) o unos deliciosos suspiros (mezcla de griñispos, azúcar, harina y huevo que, bien amasada y dividida en porciones, cuece en horno moderado hasta lograr el punto de suspiro o galleta).