La Asturias de los siglos XIX y XX
El influjo de la Sociedad Económica de Amigos del País, la alternancia en el gobierno de diversas ideologías y el nacimiento de la industrialización acarrearon para Asturias dos eventos importantes:
- Una legislación relacionada con la venta de terrenos comunales, baldíos y de propios (surgida primordialmente durante el gobierno constitucional de Fernando VII, y disminuida después en el periodo absolutista), complementada años más tarde (1837) con la desamortización decretada por Mendizábal. Disposiciones todas ellas destinadas a que la riqueza agrícola pasara a manos de los labradores. Desafortunadamente, los principales beneficiarios no fueron, precisamente, las gentes más modestas sino las clases mejor acomodadas.
- El nacimiento del proletariado, «organizado al compás de la más o menos tímida industrialización».
A título de ejemplo, baste recordar que en 1844 se restaura y renueva la Fábrica de Trubia bajo la dirección de Francisco Antonio de Elorza; en 1848 se funda la Fábrica de Mieres, que poco después pasa a manos de Numa Gilhou; en 1854 comienza a funcionar la fábrica de cinc de la Real Compañía Asturiana; en 1850 se funda en Gijón la Fábrica de Laviada... Y todo esto complementado con la enorme actividad minera de las cuencas del Caudal y del Nalón y del progreso que supuso la modernización de los puertos, especialmente el de El Musel, en Gijón, la construcción y puesta en funcionamiento del ferrocarril y la mejora de las vías de comunicación.
Por otra parte —siguiendo el ciclo del siglo XIX— no debe olvidarse que al ser Asturias una región eminentemente agrícola y ganadera, la mayor o menor riqueza obtenida del laboreo del campo hubo de estar a merced de las condiciones climatológicas del momento; circunstancias que desgraciadamente fueron adversas o muy adversas en largos períodos de tiempo.
Testimonio de esa situación, que en muchos casos alcanzó el calificativo de mísera, son los escritos periodísticos del momento, que señalan como factores de la crisis:
«las equivocadas prácticas rurales, el descuido del arbolado, la falta de fomento de la ganadería, la insuficiente producción agrícola para satisfacer las necesidades de una creciente población».
Esta escasez de recursos, nunca compensada con la oferta laboral de la industria, forzó a un enorme éxodo migratorio hacia tierras hispanoamericanas (especialmente hacia Cuba, México y Argentina) en búsqueda de trabajo y de fortuna. Algunos consiguieron el éxito; otros, quizá los más, sucumbieron en el empeño.
Asturias, quizá por ese apego al terruño tan propio de los asturianos, se vio beneficiada enormemente por la emigración, que
«aportó sustanciales recursos a la economía del Principado, a través de las inversiones en tierras y actividades comerciales, de los gastos en obras de interés público y del envío de remesas de los emigrantes modestos a sus familias, lo que permitió a muchos campesinos acceder a la propiedad de fincas y ganados. Además, algunos indianos aprovecharon la industrialización para invertir en sectores muy rentables que atendían una demanda derivada: actividades comerciales, pequeñas industrias, transportes y construcción... , creación de casas de banca que propiciaron la inversión, destinada especialmente al sector servicios».
En la primera mitad del siglo XX (reinado de Alfonso XIII, I República y primeros años de gobierno del general Franco) el hecho migratorio sigue gravitando fuertemente sobre la población asturiana que, poco a poco, deriva también hacia ciudades de gran implantación industrial (Gijón, Mieres, La Felguera, Oviedo...), con cierto abandono del campo; esta situación se manifiesta mucho más acusadamente cuando, ya en la segunda mitad del siglo, se crean las grandes industrias siderúrgicas que favorecen el progreso de la clase media, localizada, fundamentalmente, en los grandes núcleos urbanos.
Todas estas circunstancias, dejando aparte situaciones de guerra o de aislamiento comercial y político, supusieron grandes cambios en la alimentación de la asturianía.