Los funerales
El avilesino Luis de Valdés, en sus Memorias de Asturias, no anda en florituras para descubrir la costumbre asturiana de los funerales:
«Ayuda a esto el mucho y barato sustento, y que al renacer, al pasar de esta vida a la otra, se debe celebrar fiesta con comida. Según el grande exceso que en esto se suele hacer, tienen para los mortuorios y fiestas más grandes calderas que harán a dos vacas y más cada una, y de éstas hay muchas en Asturias».
Copiosas debían ser las comidas funerarias y grandes los gastos que éstas originaban puesto que los legisladores civiles y religiosos se vieron obligados a dictar normas que frenasen tales excesos. Las constituciones sinodales del Obispado de Oviedo, redactadas en 1553 por el obispo Francisco de Rojas y Sandoval son tajantes:
«Por quanto en algunas partes de nuestro Obispado a los enterramientos, mortuorios, honras y oficios de los defuntos, suelen venir muchas personas legas y con ellas los hijos y herederos de los tales defuntos, acontece hacer muy grandes gastos, en los de dar de comer y beber, y en ello expende la mayor parte de la hacienda del tal defunto, quedando los tales hijos por criar y pobres, y no quedan bienes con que cumplir las deudas y mandas pías del testador...».
El obispo Agustín González Pisador, en 1786, ordena en sus sinodales:
«Por quanto estamos informados de los muchos perjuicios, desfalcos y atracos, que consigo trae el que se dé de comer y beber en las funciones de la Iglesia, y que por lo mismo llevamos prevenido que no se pueda dar en los entierros, honras y oficios de difuntos a más personas de las concurrentes, que a sus Parientes dentro del quarto grado, excepto si el difunto fuere caballero de ilustre prosapia..., solamente permitimos que de los factores una moderada y sobria comida, que se reduz¿a, cuanto más, a un puchero, un extraordinario y un cuartillo de vino al que lo necesitare... y en las demás funciones y casos solamente les permitimos puedan tomar una jícara de chocolate, o un moderado desayuno, si dichos factores lo quisiesen dar».
Esta costumbre de la abundante comida funeral se mantuvo en Asturias hasta bien entrado el siglo En la actualidad se ha perdido prácticamente.