La comida de Navidad
El día de Navidad, al no estar sujeto a ayunos ni abstinencias, exigía una comida más nutritiva y abundosa, basada generalmente en lo que daba la casa: sopa de menudos, arroz con pollo o con conejo; pollo o conejo guisado y los postres propios del momento (turrones, almendras, higos pasos, mazapanes...).
Después del atardecer, reunión eclesial para vivir, mejor que escuchar, el recital de poesías y de villancicos a cargo de los niños del Catecismo. Eran composiciones sencillas, ingenuas, casi siempre creadas por alguna catequista devota que ponía en ellas una enorme carga de intimidad:
«¿Qué faces aquí, cariñu,
que tas tan desatapau?...
¡Mio santu Neñu del alma!
vo traete yo de mio casa
un colchón bien apaliau
de llana, d'unes oveyes
que compró mio pa en mercau.
Te aseguro, probequín,
que vas estar descansau.
Y voy date... imuches coses!,
que Tu tou te lo mereces:
mediu copín de castañes
y un bien apilau de nueces.
¡Afila bien los dientinos;
verás que con eso creces!
Una rosquina de azúcar,
farrapines bien cocíes,
miel, mantequina y cuayá,
y unes poques avellanes
que tengo'n fornu metíes......................
¡Adiós guapu, peseteru,
sol del cielu encantador;
Dios inmensamente grande;
Neñu en payes, por amor!
Voy besate les patines
y decite de verdá
que quiero reinar contigo
por toa la eternidá».
En algunos pueblos del centro asturiano y del occidente, como Grado o Salas, era frecuente preparar el escaldu o escaldau:
«Víspera de Navidá marcha Fura para Salas. Va con gran necesidá a buscar miel y mantega pa'l otru día escaldar».
Consistía esta dulcería en una mixtura, que es una especie de boroña hecha con harina de maíz y de centeno, que se troceaba como para hacer sopas; en un recipiente al fuego se echaba manteca y en ella se escaldaban los trozos de mixtura, luego se añadía miel en abundancia y cocía todo junto.
Era costumbre, una vez salida la gente de la misa mayor, ir de casa en casa para probar el escaldau y, así, comparar y discernir a quién le había salido mejor.