La Cuaresma
Los excesos en el comer y beber carnavaleros tienen su penitencia en el ayuno y abstinencia cuaresmales. Según Elviro Martínez.
«fue en los comienzos del siglo IV cuando apareció en la Iglesia, a imitación del retiro y del ayuno de Cristo en el desierto, la observancia de un periodo sagrado de cuarenta días, por esto llamado Cuaresma, como preparación a lo que entonces se denominaba Pascua de Crucifixión».
Días penitenciales de ayuno y de abstinencia cuyos preceptos venían perfectamente detallados en el Astete, viejo catecismo cuya primera edición se remonta al año 1785 y que fue declarado catecismo diocesano, en Oviedo, por el que fuera prelado ovetense Benito Sanz y Forés, iniciador de la basílica de Covadonga y amigo de Clarín.
El ayuno obliga a una sola comida al día, aunque por la mañana permitía la parvedad y a la noche, la colación. La abstinencia prohíbe el consumo de carnes y caldo de carnes, pero permite tomar huevos, lacticinios y cualquier otro condimento sin grasa de animales.
Tales exigencias eclesiales obligaron a unas comidas en las que pescados y vegetales predominaban sobre otros alimentos:
«En eso, desaforada con una cara de viernes que pudiera ser acelgas entre lentejas y arenques».
O, como refiere Guzmán de Alfarache:
...aquella belleza de sardinas arencadas, que nos dejaban arrancadas las entrañas, una para cada uno y con cabeza...».
En los lugares donde el pescado fresco era de fácil adquisición, como es el caso de la zona costera asturiana, no había mayor problema en su suministro y consumo; en otras zonas, el pescado cecial (seco) gozaba de especial protagonismo y, dentro de éste, el bacalao. Tanto se identificó a la Cuaresma con el bacalao que hasta llegó a representarse por una vieja, con cara de malhumor, dotada de siete pies (uno por cada semana penitencial), que lleva en la mano una esquelética pieza de bacalao.
El periodista Carlos Cuesta informa sobre un plato tradicional en Laviana para tiempos cuaresmales que era, nada más y nada menos, que la borona preñada con truchas, especialidad que, al menos en tiempos actuales, ha perdido toda su vigencia.