El Bollu de Avilés y los Huevos Pintos de La Pola
Siguiendo los consejos eclesiales, muchos de ellos con tradición de siglos anteriores al XIII, era costumbre muy generalizada la de bendecir los alimentos que iban a consumirse el día de Pascua e incluso aquellos otros que fuesen de sustento común y ordinario («In hac santa die nihil quod a sacerdote non sit benedictum, comedere debemus», en cita de Durando; siglo XIII).
Según Elviro Martínez,
«de la bendición de la carne de cordero, el testimonio más antiguo data del siglo VIII y pertenece al sacramentario de Bobbio; la de los huevos, que algunos quisieron hacer de origen pagano, para simbolizar el retorno de la vida en la naturaleza, se introdujo en Roma por el siglo XI, expandiéndose muy pronto por toda la cristiandad. A Asturias no llegará hasta bien entrado el siglo XVIII».
Muchos autores opinan que es tradición cristiana muy antigua, posiblemente relacionada con las prácticas devotas de la Iglesia primitiva, la de simbolizar la Resurrección de Cristo con la ecloSión del huevo y nacimiento del polluelo. Los primeros cristianos, en la fiesta de la Pascua, ofrendaban cestos de huevos a los sacerdotes para que éstos los repartieran entre los necesitados y demás miembros de la comunidad; la costumbre de pintar los huevos pascuales es mucho más posterior y hay que espigarla en los tiempos de la edad moderna.
Pola de Siero es la villa asturiana donde más afincó esta costumbre pascual y su fiesta de los Huevos Pintos, que se celebra el martes de Pascua, es todo un símbolo de entusiasmo y de alegría.
La fiesta del Bollu, en Avilés, tiene orígenes relativamente muy recientes: la Pascua del año 1893. Nació de la iniciativa del doctor Claudio Luanco quien, con varios amigos, organizó una fiesta campestre en el parque de Las Meanas (precedida de una misa) donde se ofrecía a los cofrades bizcocho de pascua (bollu) y media botella de vino. Esta fiesta tiene lugar el lunes de Pascua y en la actualidad destaca por el enorme atractivo que despierta entre toda la asturianía.