Las fresas
Cuenta Dionisio Pérez, Post Thebussem, en Guía del buen comer español, que Atanasio Rivero, escritor asturiano residente en La Habana, escribió en el Diario de la Marina, allá por los comienzos de este siglo, una «apasionada loa al melón, a las uvas, y a las fresas de Candamo, unas fresas que quitan el sentido y que dieron dentera a las del real sitio de Aranjuez».
Muchos años antes, en la segunda mitad del siglo XVIII, el leonés Juan de la Mata, en Arte de Repostería, sin duda el más importante tratado antiguo de esta materia en España, enseña lo que sigue:
«Las fresas se dividen en dos especies: unas son blancas, y este color es meramente accidental, y están así a causa de no haberlas dejado perfeccionar; las otras son totalmente rojas, ésta es señal de su entera madurez. Aquellas primeras son inútiles, no obstante que muchos gustan de ellas, y a falta de las rojas pueden servir; pues en tal caso más vale hartura que hambre; digo esto porque hay genios y gustos tan estragados, que apetecen singularidades fuera de la debida proporción; y a éstos, para contentarlos, se les puede aplicar el refrán. Las rojas tienen notables propiedades benéficas: confortan la vista con su hermoso color, alegran el olfato, y el gusto, que es vinoso; fortifican el corazón, el estómago y el cerebro; cuyas cualidades, con razón, las hacen estimables en el uso de la Confitería. Sirven en crudo después de bien lavadas en vino, para excitar su agradable sabor y olor, pulverizadas en azúcar, sin otra composición alguna».
Y para culminar la alabanza de este fruto extraordinario, abundante en toda Asturias y con preferencia en tierras de Grado y de Candamo, sean las palabras de Myrette Tiano:
«La fresa, delicioso elemento para la gastronomía y feliz hallazgo para la poesía. Los poetas modernistas, preocupados por la belleza, la sonoridad y el calor de las formas poéticas, sustituyeron, al evocar el rojo de los labios femeninos, el frío coral renacentista por la cálida y carnosa belleza roja de la fresa».
Una buena fórmula para preparar fresas al natural es la siguiente:
Se trocean a la mitad, o en tres partes si son grandes, y maceran durante una noche en azúcar y una o dos cucharadas de vinagre. Reposan en frigorífico y se sirven frescas.
Esta copa de fresa y piña pone nota de color exótico a un fruto asturiano:
Ingredientes: 300 g de fresas; 200 g de azúcar; 2 rebanadas de piña natural (también puede usarse en conserva); 2 claras de huevo.
Preparación: se baten las claras a punto de merengue sumándoles después el azúcar y las fresas previamente limpias y troceadas muy finas. Con esta mezcla se llenan unas copas que se decoran con triangulitos de piña y una fresa entera en el centro. Antes de servirlas han de estar en el frigorífico un mínimo de una hora.