Quesos asturianos
La historia del queso en Asturias es tan antigua como la Asturias misma. La fertilidad de la tierra, la bondad de su clima, su especial disposición geográfica la hacen propicia para una especial dedicación agrícola y ganadera; de ahí que, en criterio de Eduardo Méndez Riestra, «nuestra región es no sólo de España, sino también de Europa, la que más variedades de quesos artesanos ofrece al degustador». Tal es la importancia de los quesos asturianos —o, al menos, la de algunos de ellos— que la economía de muchos pueblos radica, precisamente, en su elaboración y comercialización; una actividad comercial que se remonta a muchos siglos atrás y que en estos días cobra singular relevancia.
Del queso de Cabrales, por ejemplo, y centrando su mercado en tiempos aún no muy lejanos, se sabe que a mediados del siglo XIX proporcionaba a sus elaboradores una renta anual superior a los 3.000 reales, y que a comienzos de este siglo era muy estimado en Asturias y comarcas vecinas de Santander y León, «exportándose a la América Latina en grande cantidad». Testimonios análogos, a los que Jovellanos no fue ajeno, podrían citarse en relación con otras variedades, como el afuega'l pitu, el casín, el Gamonéu o el de Los Oscos.
Tres zonas —la Oriental, la Central y la Occidental— definen el mapa quesero asturiano; cada una con sus particularidades características y con un mercado que, salvo casos muy excepcionales, no abarca más allá de los propios límites de la zona.